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viernes, julio 26, 2024

El rostro del feminicidio en tiempos de confinamiento

Selección del Editor

Lilo González


A muy altas horas de la noche, sentada en mi sillón mientras escuchaba un concierto de Andrea Motis y con mi fiel cuadrúpedo recostado en mis piernas, revisaba el hashtag #JusticiaParaDiana y las interacciones generadas por el mismo; no pude evitar derramar un par de lágrimas. Miles de tuits cargados de dolor, de indignación y de furia que representan el hartazgo de un sector cansado de leer todos los días noticias de mujeres vulneradas o asesinadas. ¿Y cómo no sentir indignación ante el feminicidio de Diana Carolina Raygoza Montes? No sólo es el hecho sino también las circunstancias que lo rodean; resguardada por la emergencia sanitaria, Diana fue asesinada en el interior de su hogar, su cuerpo fue encontrado semidesnudo con 31 heridas de arma blanca. El feminicida escribió en el muro con sangre las letras “SF”. En 2019 Diana ya había señalado en redes sociales que era víctima de acoso en zonas aledañas a su centro de estudios, señalaba la indiferencia de la gente ante el tema y exigía al gobernador que hubiera mayor protección para las mujeres.
 
Desde que el confinamiento por la emergencia del Covid-19 obligó a las mujeres a permanecer en sus casas, las alertas de violencia de género se han incrementado potencialmente. La ONU menciona: “En América Latina, en promedio una de cada tres mujeres ha padecido violencia física o sexual en una relación íntima a lo largo de su vida y una de las principales estrategias de control de los perpetradores de violencia doméstica es la de aislar a la víctima”. El momento perfecto para nuestros verdugos es una cuarentena, ya no requieren de artimañas para aislarnos; es el instante justo en que las mujeres estamos en sus manos, y de manera vulnerable y silenciosa padecemos sus abusos. 
 
Según datos emitidos por la Red Nacional de Refugios las llamadas de emergencia se han incrementado hasta en un 60% desde que inició el aislamiento en casa, INMUJERES llama acertadamente a la violencia de género “la segunda pandemia”, y la Secretaría de Gobernación calcula que la violencia hacia la mujer pudo haber aumentado en un 30%. Todos estos factores, si bien explican en parte lo que le sucedió a Diana, el hecho irrefutable es que no la asesinó una pandemia, la asesinó un hombre. Uno de tantos que, cobijado en la deficiente impartición de justicia por parte del Sistema Judicial, ejerce presión y violencia al género femenino sin ningún castigo, acostumbrados a que en muy pocas ocasiones sus aberrantes acciones llegan a un castigo ejemplar, el cual sería claro indicio de una justa y correcta aplicación de la ley. 
 
¿Cuántas mujeres están lanzando llamadas de auxilio que posteriormente son silenciadas por sus mismos agresores? El miedo a represalias está presente en cualquier mujer que en un instante de valentía toma un teléfono y denuncia el abuso que padece. ¿Cuántas otras no pudieron llegar a un teléfono antes de terminar asesinadas? La simple idea de tener que aislarnos por un peligro inminente y que esto nos ponga en otro mayor es sencillamente aberrante. 
 
Esta noche me duele mucho Diana. Representa en mi mente ese doble punto débil que se manifiesta en nuestro género actualmente y que ha provocado que más de 367 mujeres hayan sido asesinadas desde el inicio del confinamiento. Era estudiante de derecho, tenía 21 años y toda una vida por delante. Radicaba en Nayarit, un estado gobernado por un individuo de línea panista que en 2018 manifestó que la seguridad existía “para la gente de bien”. Diana lo era, y aun así no gozó de una seguridad ficticia, claramente segmentada de manera detestable. Diana es el rostro de todas aquellas mujeres que mueren ensombrecidas por la total indiferencia de una sociedad que ha normalizado el tema de la violencia de género; mueren a manos de hombres que gozan de privilegios infundados. Las matan porque las tienen enfrente, por esa burda idea que les otorgan los sistemas patriarcales de una falsa superioridad de género; las someten y vuelven vulnerables sin posibilidad de poder defenderse, las matan porque pueden, simplemente PORQUE SÍ.
 
Leyendo un texto de Fernando Buen Abad que aborda el tema del “regreso a la normalidad” y las condiciones en que esto debería suceder, reflexioné empatando su texto al tema que hoy me invade y no, yo no quiero regresar a esa normalidad en la que México pertenece a la lista de los países con mayor índice de violencia de género, machismo y misoginia. No quiero regresar a una normalidad en la que las mujeres terminamos en un canal divididas en partes, un país en el que la violencia hacia las mujeres está normalizada y desatendida. Quiero una nueva etapa en la que ya no haya más “Dianas” que representen un enorme problema fuera de control. Quiero un México que reconozca como experiencia de esta pandemia que hay problemas sociales profundos que enfrentar con seriedad y de manera contundente y el feminicidio, es uno de ellos. 
 
El tema de la violencia de género ya no puede aplazarse, nos rebasa y nos destruye como individuos, como familia y como sociedad… Vivas nos queremos:
 
VIVAS NOS QUEREMOS
 
En memoria Diana y de Leonila —que a pocas horas de lo sucedido con la primera, murió apuñalada dentro de su casa en mismo estado de Nayarit— y de todas las mujeres que mueren a manos de feminicidas.

Twitter: @Muy_Phoibe

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