Charizard Chairo
Los obstáculos para la unión
Nadie puede afirmar que la administración de López Obrador ha sido un periodo calmo. Aunque cuenta con un respaldo popular muy amplio, la oposición (o mejor dicho, la reacción) hace un ruido constante para magnificar asuntos delicados o escandalizarse por nimiedades. Twitter es el espacio en el que más se percibe la confrontación de posturas a favor o en contra del actual presidente.
Sin embargo, lo que en 2018 se tradujo en el “benditas redes sociales”, hoy en día parece ser que juega en contra de toda la 4T, en gran medida porque los usuarios que tienden a simpatizar con Andrés Manuel se han dividido. Y en aquí donde creo necesario señalar que esto no se debe ni a una infiltración de la derecha ni a una (existente) lucha de egos, sino a la poca claridad de entendimiento en torno a la realidad del país y las pretensiones del proyecto de nación por el que votamos hace tres años.
El compañero diputado, Gerardo Fernández Noroña, es el principal actor político que ha fomentado la unión en la izquierda, pues ahí radica la clave para consolidar las bases que se buscan dejar en este sexenio. Loable propósito del aspirante a la candidatura presidencial, pero muy simplista, pues parte de que todo el movimiento de transformación se sujete a respaldar los principales proyectos de AMLO y con base en la libertad, la igualdad y la dignidad. Personalmente, no me parece mala idea, aunque sí insuficiente.
La sugerencia del diputado me recuerda mucho a una tira de Mafalda. Miguelito le dice a su amiga que no entiende por qué no nos podemos poner todos de acuerdo para lograr la paz y vivir felices. Mafalda, con un fastidio evidente, le dice que somos miles de millones de habitantes en el planeta. El chiste finaliza con Miguelito diciendo que hay mil millones de cosas que no entiende.
Pensar que todos los que votamos por Andrés Manuel nos vamos a poner de acuerdo fácil y rápido es absurdo, porque eso quiere decir que no se entiende al final quiénes conforman la masa votante que le dio el triunfo al cabecita de algodón. Podemos encontrar tanto gente que siempre se identificó con la izquierda como gente que se arrepintió de darle su confianza al prianismo; al mismo tiempo vemos oportunistas que de último momento se subieron al barco, jóvenes que asumieron una rápida aplicación de políticas progresistas similares a las de los países nórdicos (legalización de drogas, matrimonio del mismo sexo, energías limpias y demás), personas que esperaban un cargo público, incluso los indecisos que se “arriesgaron” de último momento. Es evidente que podemos encontrar otras categorías, aunque probablemente éstas sean las más grandes. Y el común denominador en todas ellas es el hartazgo hacia un sistema que perjudicó en de múltiples formas a la gran mayoría de la población.
Independientemente de lo que digan los fachitos, Andrés Manuel ha demostrado que, contrario a sus antecesores, trabaja para cambiar las cosas. Su eje es el combate a la corrupción y, si bien queda pendiente la justicia, hay un avance importante en este tema. Los estragos que tantas décadas de transas dejaron en México derivaron en diferentes problemas que nos aquejan diariamente y cuyas soluciones apenas se vislumbran. La situación es que, aunque la corrupción sea un problema enorme, no es el único, y erradicarla no conlleva la desaparición de prácticas que se arraigaron en nuestra cultura: machismo, misoginia, homofobia, clasirracismo, xenofobia, junto con concepciones caducas sobre el éxito, la educación, el trabajo, la economía, el papel del Estado…
A todo eso debemos sumarle la imagen que algunos seguidores tienen de la figura presidencial. Quien vea a AMLO como un político torpe simplemente tiene muchos prejuicios o no sabe absolutamente nada de política, pero eso no quiere decir que sea perfecto: hay áreas en las que cojea o que de plano desconoce, y los defectos se omiten gracias al halo que otorga el poder ejecutivo, similar a como sucedía con el PRI de mediados de siglo pasado. Simplemente por ser el mandatario de México, López Obrador es infalible, preciso en su accionar e incuestionable bajo ninguna circunstancia.
Así pues, la diversidad que existe entre los electores de AMLO, combinada con la diversidad de problemas nacionales y la falta de crítica hacia el presidente complican la posibilidad de la unión y da como resultado que haya “chairos” que sólo se interesaron en una alternancia partidista, no en un cambio verdadero que pueda ubicarse a la izquierda. Muy obradoristas, sí, pero defienden el capitalismo, se burlan del color de piel o de la actividad sexual de alguien, rechazan a la comunidad LGBT+, menosprecian a las feministas, celebran la educación obsoleta, se preocupan más por sí mismos que por los demás, juzgan sin contexto… Lo que se señala en los fachos se calla cuando lo hace alguien que apoye a la 4T, ¡o hasta se defiende para “no hacerle el juego a la derecha”! ¿Tenemos que hacer machincuepas para defender a un miembro de Morena sólo porque es del partido del presidente?
La unión no es una imposibilidad y su ausencia puede no repercutir en 2024, en especial porque Tuiter es apenas una minúscula fracción de lo que en realidad pasa en el país, y éste responderá favorablemente hacia lo que representa el presidente si ve y experimenta resultados benéficos en su calidad de vida. No obstante, si queremos estar unidos, es imprescindible que nos cuestionemos dos cosas: 1) ¿se votó por Andrés Manuel por ser una figura pública carismática o por confiar en que su proyecto de nación es el punto de partida para cambiar a México?, y 2) ¿tengo la disposición para entender la complejidad social del país, a sabiendas de que ello conlleva tiempo y participación colectiva, o dejo que todo recaiga en el gobierno?
Ojalá las respuestas nos hagan jalar en la misma dirección.
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Twitter: @CharizardChairo
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