El Real Madrid se encuentra en una encrucijada dramática, con su entrenador Xabi Alonso bajo una presión asfixiante tras la humillante derrota ante el Celta de Vigo. El equipo, que utilizó a 15 jugadores en ese partido —la mayoría herencia de la era Ancelotti—, exhibió los mismos vicios crónicos que han lastrado al club durante año y medio: un fútbol estancado, un mediocampo sin garra y una intensidad que brilla por su ausencia. Esta espiral descendente, agravada por una plaga de lesiones en defensa (Militão fuera cuatro meses, más Camavinga, Trent, Carvajal, Mendy y Alaba), culminó en un desplome que ha puesto en jaque la autoridad del técnico vasco en el vestuario.
El próximo miércoles, el duelo contra el Manchester City de Pep Guardiola se perfila como un punto de no retorno. Sin sus pilares defensivos y con Mbappé lidiando con una fractura en el dedo, el Madrid afronta un escenario apocalíptico. En los pasillos del Bernabéu, las reuniones entre Florentino Pérez y su círculo íntimo se extendieron hasta la madrugada del domingo, diseccionando un panorama alarmante. Aunque Alonso retiene cierto respaldo en la directiva, su posición se ha erosionado desde el Clásico, donde el club optó por amparar el desafío público de Vinicius en lugar de respaldar al entrenador. Ese episodio, que pasó del +5 en la tabla a un -4 actual, marcó el principio del fin: de ganar 12 de los primeros 13 partidos a solo tres de ocho después.
En el vestuario, las grietas son evidentes. Estrellas como Vinicius —11 partidos sin gol y apenas una asistencia en las últimas nueve jornadas de Liga— y Valverde expresan un descontento palpable, mientras Bellingham observa con escepticismo. Tras tropiezos en Elche, Liverpool y Vallecas, el club lanzó un ultimátum velado a la plantilla: «Despejen dudas sobre su compromiso, o serán los próximos en la mira». Alonso, forzado a suavizar su mano dura, celebró «horas productivas» en el viaje a Atenas para reconectar con el grupo, limitándose ahora a elogios para Valverde, protecciones para los goles de Mbappé (intocables pese a sus seis partidos en blanco) y sustituciones tibias para Vinicius. Courtois lo resumió sin filtros tras el Girona: «Nos faltó intensidad ofensiva y defensiva». Valverde remató: «Es bueno ver defender a Mbappé y Vini». En Champions, los datos de la UEFA son demoledores: el Madrid corre menos que cualquier rival, desde el modesto Kairat hasta el Liverpool.
Seis meses en Valdebebas han sido un calvario de concesiones para Alonso. Anhelaba asumir el banquillo post-Mundial, suplicó refuerzos en el medio —como Ancelotti— y soñó con una pizarra implacable, pero el club priorizó el «paternalismo exitoso» de Carletto sobre su rigidez. Güler, la gran apuesta, se desvanece en suplencias; Rodrygo no anota desde marzo; y el prometedor Mastantuono languidece en el banquillo. Ante bloques bajos, el vasco admite: «Tenemos que buscar soluciones». Pero en rueda de prensa, minimizó el desastre: «Son solo tres puntos». Nadie en el Bernabéu lo cree. Sin un milagro en el City, el futuro de Xabi pende de un hilo, y el Madrid, de una revolución impostergable.



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