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viernes, julio 26, 2024

El gran aumento del desempleo, un nuevo rescate financiero y ¿el sexto precio del petróleo?

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Miguel Cabrera


Quizás Karl Marx tenía razón después de todo

El analista canadiense y experto en temas de Rusia Patrick Armstrong replica en este artículo algunos de los argumentos esbozados por Karl Marx en el siglo XIX: el capitalismo crea sus propios sepultureros en la medida en que las pequeñas empresas son absorbidas por las grandes corporaciones. Es cierto que durante el siglo XX las leyes históricas no descubrieron el arribo de la teoría leninista, y que la prosperidad occidental relegó a segundo término al socialismo científico. La situación actual es inversamente distinta: los rescates financieros de 2008 con Obama y el nuevo gran rescate de 2020 con Trump, ambos ocasionados por sus respectivas crisis, en aquella la financiera, en esta la de la pandemia, han tenido como consecuencia la revitalización de las profecías del pensador alemán que implican una mayor distribución de los ingresos por parte del gobierno y el retorno de la socialdemocracia como agente nivelador que haga convivir al espíritu empresarial con las demandas socialistas, curiosamente muy al estilo del nacionalismo que defendía nuestro filósofo Leopoldo Zea. Leemos entonces en Armstrong:

“los socialistas tendrían que operar dentro del sistema para reducir las horas laborales, romper los monopolios, eliminar el trabajo infantil, aumentar los salarios, apoyar la creación de sindicatos, y demás. En términos marxistas, hacer uso del poder político para incentivar a los dueños del capital a ceder una porción significativa de la plusvalía [es decir, el valor no retribuido al trabajador por su fuerza de trabajo]. Si se le define como niveladora del juego, la socialdemocracia puede ser armonizada con la idea de la libre empresa. Si la idea esencia del libre mercado es la competencia, entonces ¿quién podría estar en desacuerdo que las demandas laboral-sociales compitan libremente con las demandas del capital en condiciones en que cada una esté nivelada?”

Eric Zuesse, por otra parte, analiza que en el caso de la crisis del coronavirus y ante la ralentización de la economía estadunidense, aunado a la caída inverosímil de los precios del petróleo —lo que borró de un plumazo la cantidad de nuevos empleos generados hasta ahora en el gobierno de Trump—, la Reserva Federal ha generado la aberrante cantidad de $6 millones de millones de dólares (trillions en inglés), la más grande jamás antes vista por experto en finanzas o historiador alguno. La mala noticia, afirma, es que la mayor parte de ese rescate, $4 millones de millones, terminará no en los bolsillos de Main Street, sino de Wall Street y las corporaciones que son “demasiado grandes para caer”, cuyo resultado es la desaparición de la burguesía de la clase media simplemente por la incapacidad que se tendrá para competir con los productos producidos con la ayuda de esta nueva impresión de dinero, y que hace las veces de un auténtico subsidio, transfiriendo de ese modo las ganancias cada vez a menos manos, y generando así la sustitución de una democracia por una tiranía plutocrática neofeudalista, semejante al argumento que Platón presenta en el octavo libro de La República (o El Estado según otras traducciones de la palabra griega Politeia).

Tal vez sea menos fantástico o literario remitimos a la fórmula clásica: PIB = Consumo de los hogares + inversión privada + gasto del gobierno + exportaciones. No hace falta ser premio Nobel de economía para entender la siguiente causalidad, que debe ser leída detenidamente: el mayor empobrecimiento de la población reduce su consumo, ocasionado por la parálisis económica que ya ha generado hasta ahora 30 millones de desempleados en EEUU, y tendrá como consecuencia una menor recaudación fiscal y por lo tanto un menor gasto del gobierno, sumado a la reducción de la inversión privada ocasionada a su vez por la caída de las ganancias de la clase media empresarial debido a que se ha rescatado preponderantemente a los titanes de las corporaciones, y por lo tanto a la disminución de los insumos necesarios para ser exportados y el evidente aumento de las importaciones que esto conlleva.

Resultado: estamos ante la probable implosión en cámara lenta y cada vez más acelerada de la economía de Estados Unidos, un fenómeno trascendental e histórico que hará sentir sus reverberaciones a lo largo del planeta. Por lo pronto, la guerra comercial entre Beijing y Washington ha beneficiado a México al hacer más dependiente a nuestro vecino norteño de las exportaciones mexicanas provenientes de la agricultura, por ejemplo, lo que explica que AMLO haya fortalecido ese sector a través de la dispersión keynesiana de recursos, justamente haciendo en general lo opuesto que en el resto del mundo, es decir, encausar los recursos del Estado hacia la base de la pirámide económica precisamente con el objetivo de evitar tanto una parálisis económica como un mayor empobrecimiento, —el cual ahora amenaza a la clase media—, al empoderar el consumo desde sus estratos más esenciales. “Por el bien de todos primero la fuerza laboral” bien podría ser una traducción del eslogan oficial de la 4T.

¿Por qué abril ha sido el mejor mes en Wall Street en décadas pese a las malas noticias?

Kim Kaivanto del portal The Conversation y profesor en la Universidad de Lancaster admite lo que ya habíamos presentido: el presidente Trump necesita de una boyante bolsa de valores para asegurar su relección. Así: “en la administración Trump los [grandes] negocios obtendrán todo el apoyo necesario para sortear la pandemia. El presidente de EEUU entiende que mercados boyantes son la llave para su relección, y está dedicado a usar todos los medios que tenga a su disposición con ese fin.”

Arriba mencionamos que EEUU ha asegurado un rescate de $4 millones de millones (trillions en inglés) para mantener calmados a los grandes poseedores de acciones y vivos a los dueños de los medios de producción, generando así una mayor desigualdad económica y el aumento de la riqueza solamente para los que ya son ricos. Usualmente, refiere Kaivanto, cuando cae el desempleo también cae el valor de las acciones, lo cual es entendible dado que las empresas necesitan a los empleados para generar ganancias. La situación actual, no obstante, despliega ante nosotros la aberrante correlación antinatura que confirma la distorsión del mercado que ocasiona el uso del kit de herramientas de emergencia provenientes de la cábala de las finanzas computarizadas:

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Hagamos un poco de memoria: el primer desplome del precio del petróleo fue el lunes 9 de marzo, justo cuando las bolsas mundiales abrieron después del anuncio del anterior viernes 6 en que Rusia y Arabia Saudita proclamaron que inundarían el mercado petrolero al no lograr ponerse de acuerdo con una reducción de la producción. La demanda del petróleo que Arabia Saudita exporta a China había disminuido 20% por la crisis pandémica. El Kremlin, habíamos referido en esta columna, dio el visto bueno a la petrolera rusa Rosneft de habilitar los nuevos pozos petroleros que carecían de extracción hasta el momento lo que terminó por ocasionar el lunes negro del 9 de ese mes. Hacia el 24 de marzo, el asesor en materia económica de la Casa Blanca, Larry Kudlow, anunció el ya cantado programa de rescate de $6 millones de millones.

En la gráfica podemos observar que en torno a esta última fecha el índice S&P 500 (el de las principales empresas de EEUU) comenzó a apuntalarse durante lo que faltaba de marzo y durante todo abril, lo que termina por confirmar la hipótesis de Kaivanto: el presidente de EEUU no puede darse el lujo de perder el apoyo de las grandes corporaciones, y mucho menos de los dueños de la industria texana del petróleo lutita como veremos. ¿A fin de cuentas no está basado el poder de Washington y de su economía en el sistema del petrodólar?

¿Por qué el petróleo es un tema crítico para la supervivencia de EEUU?

Gregory R. Copley historiador y geoestratega australiano de altas polendas comenta en el portal Oil Price que los primeros afectados por la crisis del coronavirus fueron los países exportadores de petróleo, dentro o fuera de la OPEP. Países como Rusia o Irán, no obstante, siempre han mostrado una admirable resistencia tradicional e histórica ante este tipo de crisis y refiere que debido a la coyuntura se concentran en fortalecer la industria manufacturera, la agricultura, el consumo interno y por lo menos beneficiarse domésticamente de sus propios precios bajos de energéticos. Las anteriores medidas, a mi juicio, son muy similares a las asumidas por AMLO al decidir aprovechar el bajo valor del barril de petróleo para encausarlo a las refinerías y aumentar las exportaciones de gasolina, que son el verdadero negocio de las refinerías texanas en EEUU como ha comentado el también geoestratega Alfredo Jalife, quien a su vez exhorta a comprender en una reciente master class el hecho de que los 38 votos colegiados de Texas son decisivos en la contienda por la relección presidencial de Trump.

La industria del shale, al decir de Copley, es un asunto de seguridad nacional para Washington en el mundo post-covid (¡pero también desde antes!), por lo que parece consecuente que EEUU blinde ese sector a través de su rescate trillonario y pantagruélico vía la Reserva Federal con el objetivo de obtener una oferta doméstica de energéticos asequibles con fines comerciales/económicos. Ahora bien, el departamento editorial del mismo portal Oil Price hace notar a su vez en el artículo “El problema con el recorte a la producción de la OPEP” que la industria petrolera está en proceso de quiebra tras el desplome en marzo de las ganancias. A través de los bailouts o rescates Washington la estaría rescatando. Así:

“La actual administración buscaba a toda costa extender la viabilidad de su industria petrolera sin exhibirlo como un rescate. El primer paso fue crear espacio disponible de almacenamiento a nueve empresas petroleras. El problema, sin embargo, es mucho más que liberar almacenamiento para el petróleo. El jueves pasado [muy probablemente se refiere al 23 de abril] la Reserva Federal cambió las reglas en torno a su programa de rescate para Main Street al permitir que las grandes compañías se hicieran de los fondos y exentarles del requisito de salud financiera al corte de caja de marzo de 2020 y para permitir que esos recursos sean usados para el refinanciamiento de deuda, una clara victoria para la industria petrolera que en su mayor parte se había visto marginada de estos fondos.”

Rescatar la industria del shale significa mantener viva aunque sea en terapia intensiva y con ventilador a la ahora débil economía de EEUU, cuyo poder mundial sigue siendo la hegemonía del dólar, y a su vez aumenta las posibilidades electorales del alicaído Trump, cuyo manejo no óptimo del coronavirus lo ha obligado a tomar estas desesperadas medidas financieras. Nos encontramos de ese modo ante el escenario de control de daños. La retórica hará o no, el resto.

El gran confinamiento: la peor crisis económica desde la Gran Depresión

Gita Gopinath, analista del Fondo Monetario Internacional y profesora en relaciones internacionales y economía en la Universidad de Harvard refiere en el blog de esta institución internacional que por primera vez desde la Gran Depresión de 1929 tanto las economías avanzadas como las que se encuentran en desarrollo se encuentran en una recesión, simultáneamente. Tan sólo para las economías avanzadas se pronostica una caída hasta el -6.1%, superando de lejos a la Gran Crisis Financiera de 2008. Llama la atención que afirme la necesariedad del mundo por lograr tender puentes de cooperación para evitar la desglobalización planetaria. Lamentamos tener que informarle en este espacio que los procesos de regionalización parecen ya inevitables una vez que las instituciones de Breton Woods ceden ante el ascenso imparable de los nacionalismos y soberanismos, cuya mayor justificación ha sido la de priorizar la demanda por una mejor distribución de la riqueza.

La acepción financiera de la globalización neoliberal desregulada provocó la concentración de la riqueza en pocas manos e implicó el endeudamiento masivo de los países, los mínimos salarios posibles, la privatización de las empresas nacionales lo que generó el desplazamiento desequilibrado de las ganancias a los dueños de los medios de producción, tal como lo demandó la protesta neoyorquina de Occupy Wall Street en 2011, así como la despolitización de los ciudadanos al minimizar las funciones estatales a una clase legisladora que creaba las normas ad hoc para facilitar la privatización de los recursos nacionales bajo el argumento de volver competitivas las empresas. Este no es el lugar para desmenuzar las cuitas del neoliberalismo pero por lo menos quedan establecidas algunas de las razones de su precipitada sustitución por mayores formas socialdemócratas. Lo principal de la columna de Gopinath es entender, ahora que se han expuesto todos los argumentos anteriores, la existencia de la correlación entre desempleo y la caída inédita de los precios petroleros en medio de una pandemia econo-paralizante.

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Una propuesta conceptual: el sexto precio del petróleo, el precio platónico

Para Jonathan Weber, analista financiero del portal Seeking Alpha, el mercado petrolero se ha visto afectado por un “doble cisne negro”. Un cisne negro se define como un evento de baja probabilidad pero de muy alto impacto según Nassim Taleb, en este caso, a saber, 1) el bajo consumo del petróleo a nivel internacional por la afectación de la demanda ocasionada desde el auge del covid, y 2) el marasmo de sus precios debido a la tensión entre Rusia y Arabia Saudita, tal como lo refiere en su artículo “¿Qué significa la reducción del dividendo de Shell para Exxon Mobil, BP, & Co.” En él nos enteramos de que los dividendos de la petrolera anglo-holandesa Shell, es decir, el dinero que la empresa regresa a sus accionistas pasaron de 47 a 16 centavos por acción, ¡algo que sus dirigentes no habían hecho desde la Segunda Guerra Mundial! lo que implica que con la retención de liquidez fruto de esta decisión se encuentran protegidos contra las pérdidas que se esperan para el segundo cuatrimestre del año (Q2).

Es más que importante y relevante señalar el anuncio de Shell por ejecutar sus planes para la tan esperada transición a las energías renovables con el fin de “lograr cero emisiones de carbono de sus operaciones para el año 2050”. Las repercusiones de esta noticia son notables en la medida en que esboza una frontera de toma de decisiones que hacen del petróleo la joya de la primera mitad del siglo XXI.

En suma: faltan todavía varios lustros antes que el planeta y su juego geoestratégico logren superar definitivamente la era de los hidrocarburos. Esto no implica que no se deban buscar inversiones en energías alternativas. Parece más bien necesario resaltar la importancia del precio del petróleo en la caída de la actividad económica de los países, no solamente poniéndolos en jaque sino precipitando de la mano del coronavirus la caída del sistema financiero neoliberal globalizador. Ya anteriormente el Dr. Alfredo Jalife ha analizado la existencia de cinco precios del petróleo, a saber, 1) el precio económico (oferta y demanda clásicas), 2) el precio geofinanciero, como el del petroyuan de China, 3) el precio especulativo, que se mueve a la par de los derivados financieros concentrados en Wall Street y la City de Londres, 4) el precio geopolítico, como el inducido por los acontecimientos políticos, vergibracia la amenaza del cierre de los estrechos de Ormuz o Bab al-Mandab, 5) el precio desinformativo, por cual se ocultan a conveniencia información esencial sobre las reservas de petróleo.

El argumento de Weber, no obstante, me orilla a pensar en la existencia conceptual de un sexto precio del petróleo, el platónico, y que a mi juicio podría definirse como el precio improbable aunque remotamente posible ya sea al alza o a la baja que desean los participantes del ajedrez geopolítico, según sus intereses, y que podría significar casos excepcionales de cada uno de los anteriormente descritos brevemente. El más reciente ejemplo a la baja de este precio platónico, entonces, sería el del desplome a $ -40 dólares por barril de la mezcla estadunidense texana WTI el 20 de abril de 2020, el segundo lunes negro por el que se beneficiaron los países importadores y los especuladores del sector de almacenamiento de hidrocarburos, o sea, un ejemplo del precio económico sumado al precio geofinanciero, podría decirse y, por otra parte pero de manera inversa, el raro precio al alza de hasta $100 dólares por barril que hizo inevitable el comienzo del resurgimiento de Rusia hace casi dos décadas en el tablero internacional pero en detrimento de la actual hegemonía alicaída de EEUU, es decir, el caso excepcional de un cambio en el precio geopolítico.

Como en la filosofía platónica que hace gravitar al sentido de la realidad a través de lograr experimentar la pura idea de perfección, así la co-participación en lo máximo-deseable llega a revelarse de vez en cuando, con lo que se generan condiciones de posibilidad de nuevos mundos, es decir, de revoluciones, y que termina por abrir o cerrar las puertas a centros de sentido inteligibles y materializables o rizomas de orden en medio del caos. Llegados a este punto en las actuales meditaciones, el hipotético lector de este breve texto es invitado a convenir en que el estudio de los precios del petróleo deviene una auténtica ontología según convenga a los diferentes regionalismos creativos en una esfera policromática mundial de tradiciones milenarias. ¿Qué lugar podría detentar México en ese nuevo orden? Ello es materia para ulteriores reflexiones aunque podría por ahora simplemente esbozarse que, debido a sus civilizaciones atemporales, México es justamente aquello que señala su sentido etimológico desde la noble lengua náhuatl con la que Nezahualcóyotl saludaba a las estrellas: el ombligo de la Luna, el centro en que convergen los discursos y cosmovisiones.

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